Como bailarines siempre pensamos en que estaríamos arriba del escenario al final de muchos ensayos y clases, pero ¿realmente valoramos esta experiencia? ¿Nos gusta bailar? O ¿solo es un hábito asistir a ensayo tras ensayo para al final presentarnos en un lindo escenario?
Dimos todo esto por echo, no valoramos lo suficiente lo que esto significaba para nosotros en nuestras vidas y en nuestra experiencia personal, entonces cuando todo se suspendió por la pandemia, y luego de un tiempo de ver todo en pausa nos dimos cuenta de que volver a bailar bajo reflectores y el nerviosismo tras bambalinas quizás ya no pasaría nuevamente.
Muchos de nosotros hemos bailado desde que a la par iniciaba nuestra educación escolar, nos acostumbramos a las idas y venidas, a las pruebas de vestuario, maquillaje y luces, por momentos dejamos de sentir esa emoción indescriptible de estar parados en el escenario con los ojos de muchos espectadores sobre nosotros, incluso nos aburríamos de la rutina de cada semana de entrenamiento, de tener que dejar los compromisos con los amigos y familia a un lado para llegar al ensayo a tiempo.
La pregunta ideal en este punto es ¿realmente nos pusimos a pensar en algún momento que esto podría ocurrir? Me atrevo a pensar que nadie se lo imagino, que cuando todo se pausó, pensamos en descansar, en disfrutar el tiempo libre, en hacer nuevas cosas y solo tal vez en no entrenar. La clave de todo es que, desde mi experiencia personal, yo había pausado mi danza, que era mi lugar seguro, mi zona de refugio y confort.
Entonces cuando todos nos tuvimos que quedar en nuestras casas solo pensé en entrenar mi cuerpo y prepararme para cuando decidiera volver. En tomar este tiempo libre por la cuarentena como un impulso, en el cual pudiera prepararme y también descansar de lo ajetreado de una vida en la normalidad que conocíamos.
Creo que un momento crucial fue cuando todos nos empezábamos a preparar para retomar nuestras actividades desde nuestras casas, conectándonos por distintas plataformas para estar juntos, aunque sea a la distancia. Fue justo en este punto donde decidí que lo mejor era regresar a bailar; en seguir trabajando en mi como bailarina.
Es decir, me veía bailando, pero no en un escenario aún, yo creía que pasaría mucho tiempo más para volver. Y, aun así, me sigo preguntando ¿me gusta esto? ¿qué me hace sentir bailar? ¿por qué lo hago? Son tantas preguntas, las cuales no tenían respuestas a este punto. Pero un año y medio después, no solo tienen respuestas, tienen un valor más allá de un simple me gusta esto.
Porque cuando pienso en ¿esto te gusta?, me veo con el cansancio, pero me veo contenta. Justo ahora me recuerdo hace dos semanas cuando los ensayos de “Kumbe” iniciaban, eran las primeras veces que salía a realizar alguna actividad de manera presencial, había muchas cosas que coordinar, como usar gel antibacterial cada determinado tiempo, lavarme las manos, cambiarme el cubrebocas, y otras tantas que ya son hábitos diarios en nuestra cotidianidad. Pero dejando todos los cuidados a un lado, recuerdo que mi cansancio no era el mismo de antes, implicaba más energía, porque tomar clases en casa sin un cubrebocas y en un espacio reducido de aproximadamente 3 x 3 metros, considerando que tengo la suerte de tener un espacio relativamente grande comparado con el que mis compañerxs tenían, es completamente otra cosa que tomarlo en un salón más grande, con duela y con cubrebocas. Una experiencia que sin duda trae emociones encontradas.
Unos días después, no termino de encontrar las respuestas a estas y otras preguntas similares, pero sin duda luego de la presentación de esta obra en el teatro, la emoción que sentí la primera vez que me presente en un teatro fue incluso menor a la que sentí en esta ocasión, me sentía un poco nerviosa, sentí la adrenalina, deje de sentir el cansancio, me sentí en mi lugar soñado. Todas estas emociones yo creo que fueron las que mi hicieron darme cuenta de lo mucho que extrañaba bailar en un teatro, de compartir con grandiosos bailarines la emoción, de animarnos entre nosotros, de esa ayuda tras bambalinas y de las amistades que haces al bailar en un mismo espacio.
Yazmin Alejandra Chi Centeno
Estudiante de la Licenciatura en Rehabilitación, integrante del Grupo Especial Becado 2020-2022 del Conservatorio de Danza.
20 años.
Mérida, Yucatán
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