Hace unos días me dijeron: “me da la impresión que te gusta el anonimato…” y creo que algo habrá de verdad. ¿Cuánto de nuestra vida pasará en la realidad y cuánto en el anonimato? Es parte de la colección de máscaras que ¿todos? tenemos.
No es casual que muchas de las culturas tienen sus máscaras: las de fiesta, las de la muerte, de animales, las venecianas (quién podrá olvidar las escenas de “Ojos bien cerrados” de Kubrick) las de la sonrisa para esconder la tristeza o las máscaras pintadas con gruesas lágrimas pues a veces ser feliz se ve mal.
En este mismo blog pregunta Dafne de las creencias formadas desde niño y me pregunto, ¿la respuesta natural de los humanos será ir formando nuestras máscaras? ¿O las máscaras son prenatales en nosotros, independientemente de lo vivido en la infancia?
Entre la máscara y el autorretrato me inquieta saber ¿qué tan fieles serán los autorretratos que ahora como nunca nos sacamos? Y me refiero a los autorretratos donde queremos ser fieles a nosotros mismos. En esas fotos que nos hacemos en soledad y queremos que reflejen el alma, ¿somos realmente nosotros o es la máscara de “así quisiera ser”? Creo que la fotografía no ayuda pues es muy fiel; pienso sin embargo que los autorretratos en pintura están más libres de máscaras, no sé si por el largo tiempo de reflexión al retratarse o por lo poco nítido del resultado, pero en la pintura los colores y los trazos pueden reflejar más de nosotros que los millones de píxeles de una foto.
Yo tengo muchos autorretratos que me he hecho en la vida y ahora comprendo que me los hacía buscando retratar la emoción que ahí sentía. Y de alguna manera las fotos sí se parecen a la persona que creo que soy. Es por ello que la foto espontánea tiene su gran atractivo pues el retratado que no se sabe observado, posa desnudo sin su careta.
Hace poco, bajo los cielos de Acuario cumplí 60 años: no sé si por lo simbólico del aniversario, el saber que me vacunaría pronto o por la calma que (ahora entiendo) viene con la tercera edad, he estado revisando las máscaras que he tenido y que sigo teniendo. Y me doy cuenta que no creo que alguien me conozca como soy en realidad, y no es que uno sea un bipolar extremo, pero a los ojos de los demás, uno es una foto desenfocada de uno mismo. En algunos humanos (los transparentes) es una imagen casi nítida, pero en otros resulta fuera de foco. Así que lo que me reste de tiempo en estas tierras, buscaré ir colgando mis máscaras en la pared como en el museo de Coronel en Zacatecas.
Cuando hace algunos años me volví a casar, mi ahora esposa que con su demostrada sensibilidad pudo identificar algunas de mis máscaras, me dijo: “ten la confianza de que conmigo podrás ser el que tú eres”. En ese momento no medí el tamaño del regalo, pero ahora sé que es una gran muestra de amor.
Jorge Cárdenas
60 Años
Ingeniero Mecánico / Fotógrafo documental
Monterrey, NL
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