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Enseñar Danza

“Como muchas maestras, Madame D parecía ser una criatura de sueños frustrados…”

”… Mr B. y sus maestros inconscientemente empujaban a los jóvenes bailarines a la autodestrucción, justificada como parte del sacrificio que debía hacerse por el arte”

Gelsey Kirkland


Es bien conocida la naturaleza de la Danza como un acto inherente al ser humano, como una vía de expresión natural, de comunicación y de exhaltación del alma tanto de quien la ejecuta como de quien la aprecia.

Históricamente, a lo largo de su proceso evolutivo, desde su origen en el rito al aire libre; en las ceremonias dentro de los templos; en los cementerios o en el campo, hasta llegar a los palacios, y posicionarse entre la realeza, dando nombre incluso al reinado de Luis XIV, el rey Sol; invariablemente era necesaria una figura que diera forma y estructura a lo que el cuerpo libremente trazaba con sus movimientos. Es casi imposible imaginar una danza sin un creador que concibiera la idea y la plasmase en los cuerpos de los ejecutantes, vigilando y corrigiendo minuciosamente hasta llegar a consolidar ante la vista lo que ya antes había tomado vida en su propia mente.

Es hasta el siglo XVI cuando aparece el primer nombre de un maestro de Danza: Domenico Da Piacenza, quien con su tratado “Arte de danzar y dirigir danzas” sentara las bases identificando elementos y pasos fundamentales de la danza, llevándolas luego desde Italia a Francia, junto a Balthazar de Beaujoyeux, (coreógrafo del Ballet Cómico de la Reina, el primero en su género) y desde entonces desfilan nombres de maestros (varones casi todos ellos, cabe mencionar) que conforman la línea del tiempo de la enseñanza de la danza clásica: Pierre Beauchamp, primer director de la Real Academia de Danza, quien aportó las cinco posiciones y codificó los pasos de las danzas cortesanas, Dauberval: creador del 1er. Ballet de Acción (La fille mal gardée); FilipoTaglioni, padre del romanticismo con “La Sylphide”; Bournonville y la escuela danesa, Perrot: inmortalizado por Degas en “El maestro de Danza”; Petipa y Cecchetti, que catapultaron la Escuela rusa; Fokine su gran coreógrafo; Agripina Vaganova, su metodóloga, y Balanchine quien trajo su magia a América, hasta el llamado último gran maestro ruso Alexander Pushkin. Todos ellos, grandes maestros que de generación en generación, indiscutiblemente lograron sentar bases sólidas para que 500 años después, la Danza Clásica siga vigente, fortalecida y con una técnica tan depurada que se requiere de un profundo conocimiento para enseñarla.

Y es en este punto en el que, en nuestros días estriba la gran confusión que ha degenerado su práctica: en algún momento la comercialización de los servicios artísticos originó que en múltiples localidades de México y el mundo, proliferaran numerosas academias de danza, para cubrir la demanda que las escasas escuelas oficiales tienen capacidad de abarcar. En México, actualmente sólo dos Escuelas del INBAL ofrecen una licenciatura en Enseñanza de la Danza egresando menos de 30 maestros por año para todo el país. Si bien un título profesional no hace al profesor, sí le brinda, como en cualquier profesión, un sustento teórico y metodológico para ejercer y un respaldo de una institución que avala su formación y conocimiento. Por otro lado, tampoco ser un buen bailarín es garantía de ser buen profesor, más allá de haber alcanzado el virtuosismo en la ejecución personal, alcanzarlo en un tercero requiere ciertas habilidades que también se estudian, se entrenan y se perfeccionan.

Para ser maestro de Danza, se requiere ser un profesional, y contar con formación metodológica, para dominar el repertorio de pasos y movimientos, observar y corregir los errores para lograr su perfecta ejecución, así como su dosificación por niveles. Contar con formación didáctica y pedagógica; poseer suficiente conocimiento de anatomía, biomecánica y kinesiología, para prevenir posibles lesiones; poseer una sólida formación artística, conocer la historia de su disciplina, el repertorio tradicional básico y nociones de educación y apreciación musical entre muchos otros conocimientos teóricos y habilidades prácticas. Habrá de ser creativo y dominar ciertas nociones de coreografía; además de mantenerse en capacitación y actualización constantes.


Si bien no es un requisito haber sido un ejecutante virtuoso, habrá de contar con experiencia escénica, que le permita poseer un lenguaje y dominio corporal para transmitirlo a sus alumnos y la madurez y humildad que implica ver brillar en el escenario a sus alumnos y poder recibir el aplauso desde el anonimato, tras bambalinas. Todavía son comunes las historias de “bailarines frustrados” que encontraron en la docencia una forma de continuar en el mundo de la danza, lamentablemente convertidos en “maestros que frustran”.


En un ambiente en el que los prejuicios, estereotipos, el acoso, hostigamiento y la violencia psicológica, física y sexual se visibilizan como problemas añejos que por siglos fueron normalizados y perpetuados por malas prácticas en la enseñanza de la danza en todos los niveles, disfrazados de exigencia y perfeccionismo, cobijados además por un sistema que parece ciego y sordo a las denuncias, es fundamental generar nuevas formas de enseñar danza, en un estricto apego a la práctica docente ética; al respeto por las personas, que sean vistas y tratadas con dignidad, en aras de alcanzar el círculo virtuoso que cita la Comisión Danza Libre de Violencia del Consejo Nacional de Danza, en el que la afabilidad de género, el respeto a la sexualidad y el derecho a la libertad sexual se garanticen y guíen en todo momento cada clase, montaje, ensayo o función.


Enseñar Danza es cuestión de vocación, generosidad, madurez y pasión. Requiere además de paciencia, disciplina, organización, motivación, implica ser perfeccionista y exigente, guardando absoluto respeto por sus alumnos, por sus cuerpos y por sus almas… apasionado por la danza y entregado a ella. La figura de quien enseña, debería ser la fuente de inspiración para sus estudiantes, un modelo… un ejemplo de que la Danza es un proyecto de vida y carrera, una profesión digna para cualquier ser humano: una forma casi divina para alcanzar la plenitud.



Maribel Lugo

Lic. en Enseñanza de la Danza por la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey (INBAL).

Directora de Ballet Profesional Coahuila

Saltillo, Coahuila


Pintura: Mercedes Murguía


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